ENSAYO SOBRE MÉXICO
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Hace ya varios años, uno
de mis maestros mencionó que el término cultura define el conjunto de modos de
vida y costumbres de un grupo social, y que todas las culturas están
inevitablemente conformadas por sub-culturas que con su interacción definen la
manera en que funciona la cultura que las contiene.
Esta enseñanza quedó
en el arcón de cosas inútiles de mi memoria hasta que hace ya varios meses, escuché
que en un congreso estatal del norte de nuestro país estaban discutiendo si
debía aceptarse o no, que alguien ocupara una diputación aunque hablara
únicamente el idioma autóctono de su comunidad. Mi sorpresa fue mayúscula,
¿realmente existían en México sub-culturas tan atrasadas?, consulté en la
Internet y me avergoncé por mi ignorancia, y además, para curar un poco mi auto
flagelada mexicanidad, comenté con quien pude que era correcto que alguien que
no hable español pudiera ser diputado, porque lo importante es que sea un
auténtico representante de sus votantes, y que finalmente era bueno que esa
posibilidad se estuviera poniendo sobre la mesa aunque fuera con doscientos
años de retraso.
Este asunto ya no lo
pude archivar en mi memoria para que durmiera el sueño de los justos, y no
porque hubiera sacudido mi conciencia social, o porque me hubiera compadecido
de los indígenas que siguen sin ser ni entendidos ni respetados, a pesar de
haber sido “liberados” tantas veces y de tantas formas por la guerra de
independencia, la revolución, todos los programas sexenales, y gran cantidad de
aspirantes a una representación popular durante sus discursos de campaña, sino
porque me incomodó mucho haberme sorprendido por algo que no sabía que pasaba en
mi país.
Inquietado por esa
idea, traté de reunir la información necesaria para entender con menos superficialidad
lo que es México, y de ese intento nació este ensayo.
La verdad es pues que
lo que aquí presento no pretende convencer a nadie de nada, ni hacer apología o
denuesto de personas o ideologías, solo es un ejercicio personal de investigación
y reflexión que con gusto comparto.
Debo además decir que,
todo lo que leerán ya fue dicho y repetido por mucha gente antes que yo, pero por
no convenir al “statu quo”, no se le ha dado difusión y se ha mantenido fuera
de la historia oficial.
Como sospecho que este
documento puede no ser bien recibido por algunos grupos de nuestra sociedad, pido
disculpas por la incomodidad o molestia que les pueda causar, sobre todo a nuestros
políticos, y a muchos de nuestros empeñosos historiadores y politólogos, que
nos han explicado en discursos y textos doctos que con la independencia se
acabó la esclavitud, que con la revolución los dictadores, que con la
expropiación petrolera el saqueo de la nación, que con los sindicatos las injusticias
contra el trabajador, o que con la Constitución de 1917 terminó la explotación
de los campesinos y los obreros. A ellos les sugiero que simplemente no me
hagan caso, porque al fin y al cabo solo me metí en esto para mi beneficio, ahora
que, si quien esto lea encuentra una manera aceptable de explicarse lo que le
está pasando a México, soy yo quien le agradece por no hacer mi esfuerzo tan
estéril.
Dicho lo anterior,
entro en materia.
LAS SUBCULTURAS DE MÉXICO.
A partir de 1521 se
comenzaron a definir las siguientes cuatro sub-culturas.
Las autóctonas
(post-conquista)
La de los
conquistadores
La de los vencidos, y
La de los políticos
Y sus casi cinco
siglos de coexistencia, durante los que acontecieron las Guerras de
Independencia y Revolución, han propiciado que en la actualidad todas influyan
en el comportamiento de todos nosotros en mayor o menor medida, aunque aún hay
dos grupos que por su alto grado de afiliación cultural son fácilmente identificables
con su subcultura, estos son: los habitantes de los pueblos indígenas que aun conservan
su idioma autóctono manteniendo vivas las sub-culturas autóctonas; y el grupo que
dirige nuestro destino como nación y que mantiene presente a la subcultura de
los políticos.
SUB-CULTURAS AUTÓCTONAS
(Antecedentes culturales. Vinculación con la cultura
nacional. Futuro)
ANTECEDENTES
CULTURALES DE LAS SUB-CULTURAS AUTÓCTONAS.
Es muy importante mantener presente, que se
trata de los antecedentes culturales de las sub-culturas que surgieron como
consecuencia de la destrucción de las milenarias culturas prehispánicas de
Mesoamérica.
Obtener información
para esta parte de mi búsqueda no me resultó difícil, el problema fue digerirla,
porque a pesar de mis múltiples visitas a museos de antropología y a zonas
arqueológicas de todo el país me costó trabajo liberarme de lo que había
aprendido durante mi niñez, de que gracias a la conquista teníamos idioma y religión,
y con eso buenas costumbres y educación. Porque en mi infancia, el fardo de
tales enseñanzas moldeó mi juicio para sentirme de una irracional manera con
ventajas sobre los “indios” que bajaban de la sierra para ofrecer sus
mercancías por calles y mercados de Xalapa, aunque más tarde descubrí que para los
demás niños de tez menos oscura y con mejores casas que la mía, yo era un indio.
El criterio de color
y riqueza para identificar quien es más indio, aunque generalizado, no me
resultó adecuado para los propósitos de esta investigación, así que seguí
buscando y aprendí que los indios nos podemos clasificar en dos grandes grupos.
Indios que no aceptan que lo son: Somos la mayoría de los habitantes de grandes
centros urbanos, morenos o rubios, que a pesar de nuestras pretensiones aún
tenemos familiares campesinos o artesanos en el pueblo de nuestros abuelos.
La pertenencia a este
perfil de mexicano se manifiesta en actitudes de negación y rechazo a lo
indígena, junto con un sincero apego y admiración a todo lo que viene del
exterior, sobre todo de los Estados Unidos.
Indios que aceptan que lo son: Se trata principalmente, de los
pertenecientes a pueblos que habiendo estado sometidos al Imperio Azteca, quedaron
aislados tras la caída de la Gran Tenochtitlan porque su pobreza no despertó la
codicia de los conquistadores, o porque fueron despojados de sus tierras y se
refugiaron en las montañas, prefiriendo el ostracismo sobre la pérdida de la
libertad.
Los indios que
aceptan que lo son y lograron mantenerse unidos con su idioma, su cultura, e
incluso su religión, son los que conforman las sub-culturas autóctonas del
México moderno.
Eso de que conservaron
su religión puede cimbrar a más de una sotana, porque oficialmente todos son cristianos
y la mayoría católicos, pero lo que pasó tras la conquista española fue que ante
la tremenda similitud que con el cristianismo tenían y tienen sus valores
morales, sus fechas sagradas, sus preceptos éticos, y sus normas de conducta,
los misioneros evangelizadores se conformaron con enseñarles a que se
persignaran y con buscar en el santoral un nuevo nombre para sus deidades.
Que los adoradores
del Fuego, la Tierra, el Agua, y el Viento tuvieran altos valores morales no es
fácil de aceptar cuando de niños nos enseñaron que como no habían conocido a
Jesucristo su vida era todo pecado.
Pero esa no fue la
opinión que se formaron los misioneros llegados a México en el siglo XVI,
quienes admirados por lo que encontraron hicieron tantos elogios a la cultura
de los pueblos conquistados, que la iglesia y la corona se vieron en la
necesidad de destruir muchos de esos reportes y condenar al olvido a sus
autores.
Ese fue el caso de
Juan de Tecto, quien describió las creencias religiosas prehispánicas como “la
teología que de todo punto ignoró San Agustín”. Respecto a este comentario, me
parece importante destacar que Juan de Tecto era un profesor de teología que
enseñó en Paris por catorce años antes de venir a México, así que es de
imaginarse el ruido que sus notas causaron en Roma.
A la par de la
teología, las normas morales y de conducta que regían a las sociedades
prehispánicas también eran sumamente estructuradas y de un refinamiento
superior a las que imperaban en la Europa pre-renacentista de aquellos tiempos.
Fray Bernardino de
Sahagún, en su “Historia General de las Cosas de la Nueva España”, nos revela
que los monarcas y senadores eran electos, no impuestos, y que debían responder
a un perfil de actuación minuciosamente detallado: Debía (el aspirante), “mantenerse
en su lugar. Ningún soberbio, ni erguido, ni presuntuoso, ni bullicioso, ha
sido electo por señor; ningún descortés, malcriado, deslenguado, ni atrevido en
hablar, ninguno que habla lo que se le viene a la boca, ha sido puesto en el
estrado y trono real; y si en algún lugar hay algún senador que dice
chocarrerías y palabras de burla, luego le ponían un nombre tecucuecuechtli , que quiere decir truhán; nunca a ninguno le
fue dado cargo notable de la república que fuese atrevido, o disoluto en el
hablar, o en burlar”.
Sobre cómo debía
mostrarse un verdadero señor, Fray Bernardino de Sahagún refiere que “Muy
humilde, obediente, no erguido ni presuntuoso, muy cuerdo y prudente, muy
pacífico y reposado”, también menciona que esos preceptos eran incluidos en los
consejos que los padres transmitían a los hijos con la siguiente consigna, “Haz
de ser de corazón, delante de nuestro señor dios. Mira que no sea fingida tu
humildad, porque entonces decirse ha de ti titoloxochton, que es hipócrita, o titlanixiquipile, que quiere decir hombre fingido. Mira que nuestro
señor dios ve los corazones y todas las cosas secretas”.
Continuando con Fray
Bernardino, he aquí más normas de comportamiento prehispánico.
“No te arrojes a la
mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer”.
“Conviene que hables
con mucho sosiego, ni hables apresuradamente, ni con desasosiego, ni alces la
voz, tendrás tono moderado, ni bajo ni alto en hablar, y sea suave y blanda tu
palabra”.
“En las cosas que
oyeres y vieres en especial si son malas, disimula y calla”.
“No esperes que dos
veces te llamen, a la primera responde luego, y levántate luego”.
“No seas curioso en
tu vestir, ni demasiado fantástico…ni tampoco traigas atavíos rotos o viles”.
“En la calle o por el
camino anda sosegadamente, ni con mucha prisa ni con mucho espacio…; los que no
lo hacen así llámanlos ixtotomac
cuecuetz, que quiere decir
persona que va mirando a todos lados, como loco, y persona que va andando sin
honestidad y sin gravedad; tampoco irás cabizbajo, ni inclinada la cabeza de
lado, ni mirando hacia los lados, porque no se diga de ti que eres bobo o tonto
o malcriado, y mal disciplinado”.
“No comas muy aprisa,
no comas con demasiada desenvoltura, ni des grandes bocados en el pan, ni metas
mucha vianda en la boca, porque no te añusgues, ni tragues lo que comas como
perro, no despedaces el pan, ni arrebates lo que está en el plato; sea sosegado
tu comer, porque no des ocasión de reír a los que están presentes. Al principio
de la comida lavarte has las manos y la boca; y después de haber comido harás
lo mismo”.
Una aportación muy
importante para que ahora existan evidencias escritas de estos aspectos de la
cultura prehispánica, la hizo el misionero franciscano Andrés de Olmos, quien
aprendió náhuatl, huasteco, y totonaco, y recopiló una gran cantidad de
documentos originales, de entre los que destacan unos libros llamados huehuetlahtolli , que describían las normas de conducta y la visión
moral de los pueblos nahoas, el nombre de estos escritos se tradujo
inicialmente como “Los dichos de los antiguos” pero creo que la traducción más
adecuada es la usada por Ángel María Garibay en su Historia de la Literatura Náhuatl,
“Preceptos de los Ancianos”.
Comentando esta obra,
Garibay nos dice “el texto náhuatl por el padre Olmos enumera largamente y con
gran detalle todas las normas de conducta de un mexicano distinguido; cómo debe
comportarse ante sus superiores, con sus iguales, hacia sus inferiores; venerar
a los ancianos, mostrarse compasivo con el desgraciado, abstenerse de pronunciar
palabras ligeras, conformar sus actos y sus palabras en toda circunstancia a la
más escrupulosa cortesía.”
“Si se asiste a una
comida. Tened atención de cómo entráis. Pues allí os están observando con
disimulo. Llegad con respeto, inclinaos y saludadlo (al dueño). Y al comer no
hagáis visajes, ni estéis retozando, ni comáis sin cuidado, glotones y ávidos,
ni engulláis de prisa, sino poco a poco. Si tenéis que comer mole o tenéis que
beber agua, no hagáis ruido jadeando -¿acaso sois perritos?-. No comaís con
todos los dedos, sino con tres dedos, y hacedlo con la mano derecha. Tampoco tosáis
ni escupáis, no sea que manchéis a alguna persona”.
Regresando a lo
reportado por Fray Bernardino de Sahagún, en los escritos prehispánicos se
insiste mucho en el papel del soberano. A quien el mismo día de su elección se
le conminaba así.
“No debéis de decir,
ni hacer cosa alguna arrebatadamente, oíd con sosiego y muy por entero las
quejas e informaciones que delante de vos vinieren; no seáis aceptador de
personas, ni castiguéis a nadie sin razón. Mirad, señor, que en los estrados y
en los tronos de los señores y jueces no ha de haber arrebatamiento, o
precipitamiento de obras, o de palabras, ni se ha de hacer alguna cosa con
enojo. Y no habléis a nadie con ira, ni espantéis a ninguno con ferocidad. Conviene
también, oh señor nuestro, que tengáis mucho aviso en no decir palabras de
burlas, o de donaires, porque esto causará menosprecio de vuestra persona.
Ahora os conviene tomar corazón de viejo y de hombre grave y sereno. No os deis
a las mujeres. No penséis, señor, que el estado real y el trono y dignidad, es deleitoso
y placentero, que no es sino de grande trabajo, y de grande aflicción y de gran
penitencia”
Al llegar a este
punto, mi curiosidad se había convertido en indignación. ¿Por qué en la escuela
me habían enseñado desde niño que antes de la llegada de los españoles, todo
era maldad, ignorancia y pecado? ¿Por qué la inmensa mayoría de mexicanos
ignoramos que los valores, la cortesía, y los modales de las civilizaciones
prehispánicas, eran equiparables y en muchos casos superiores a la de los
europeos más refinados, y definitivamente superiores a los de la mayoría de los
pobladores de aquel continente?
La respuesta que
desgarré de mi vergüenza es simple, porque
la historia que aprendimos y seguimos enseñando sobre la conquista, la
independencia, y la revolución, es la que más nos ha convenido para seguirnos
beneficiando sin cargos de conciencia, de los crímenes de las generaciones que
nos heredaron los privilegios que ahora tenemos.
En fin, ya empezaba
yo a darme cuenta cabal de lo mucho que ignoraba de mi país.
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