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miércoles, 25 de marzo de 2020

EL ENCUENTRO DE LOS DOS MUNDOS



   Fue desilusionante comprobar que Beluzio tuvo razón al pronosticar que la creatividad de los humanos daría al traste con nuestras intenciones, pues ya para finales del siglo VII d.C. todos los mensajes, con excepción del de Buda, habían sido secuestrados por grupos oligárquicos que los usaron para crear religiones de las que asumieron el control por medio de intrigas palaciegas, asonadas y purgas.
   Esa era la situación prevaleciente cuando casi nueve siglos después del nacimiento del último mensajero se dio el “Descubrimiento de América”.
   En 1492 exploradores del grupo experimental arribaron a las islas del Caribe, las colonizaron y exterminaron la población nativa, poco después incursionaron en territorio continental para invadirlo con rapiña inaudita.
   Ya habíamos atestiguado los inconcebibles alcances de la crueldad del hombre contra el hombre, que tenía como evidencia más lacerante la trata de esclavos africanos iniciada por Portugal con el aval de la Iglesia Católica, pero aun eso estaba siendo superado por el sistemático y atroz genocidio realizando por los españoles en el “Nuevo Mundo”.
   El que el encuentro fuera violento no nos sorprendió, pero sí que existiera la posibilidad de que derivara en la aniquilación del Grupo de Control.
   Ella fue comisionada para conocer detalles de lo que sucedía y proponer acciones que aseguraran que la integración de los grupos se realizara según lo previsto. Yo fui nuevamente designado para apoyarla.
   Corría el año 1531, las tierras habitadas por el Grupo de Control habían sido bautizadas por los invasores como Las Indias Occidentales, la mayor actividad se concentraba en la región que había ocupado el Imperio Azteca.
   El gobierno lo ejercían Hernán Cortés y un grupo de oidores, el primero como jefe militar y los segundos como representantes de Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano-Germano.
   Había también dos obispos católicos, ellos eran fray Juan de Zumárraga en México-Tenochtitlan y fray Julián de Garcés en Tlaxcala.
   El ambiente de por sí tensado por la guerra de conquista, estaba enormemente contaminado por las diferencias entre todos los poderes formales.
   Había conflicto hasta entre los obispos, ya que Julián de Garcés había sido nombrado por el papa y Zumárraga por el emperador.
   Los oidores conformaban La Segunda Audiencia de Indias, que substituyó a la que fue disuelta por el emperador a sugerencia del obispo Zumárraga.
   Hacía poco que Cortés había regresado de España y flotaban en el aire los comentarios respecto de la enorme comitiva con la que había viajado, y el boato con que se había conducido para comparecer ante el emperador Carlos V y recuperar su apoyo.
   En apariencia todo le había funcionado bien, pero al regresar a México había recibido la orden de la reina de avecindarse en Tlaxcala.
   Ahí estaba cuando los oidores le pidieron que pacificara una rebelión de naturales en Querétaro y sentara nuevamente su residencia en la capital de la Nueva España.
   Habiendo sido Cortés el principal propiciador de la invasión, Ella decidió que nuestro primer paso fuera acercarnos a él.
   Lo encontramos en la casa del obispo en una ríspida reunión con tres personajes de sorprendente energía vital, fray Juan de Zumárraga obispo de México; don Vasco de Quiroga, miembro de la segunda audiencia; y fray Pedro de Gante, misionero franciscano que trabajaba muy estrechamente con Zumárraga.
   Cortés tenía el uso de la palabra.
   - Mire usted don Vasco, que quede claro que nuestra coincidencia en esta reunión es a instancias e insistencia del señor Obispo, pero yo no he tenido empacho en tomar la oportunidad de exponerle mis desavenencias con lo que he aprendido se dice en la metrópoli sobre el futuro de los nativos de estas tierras, porque es conocimiento de todos que sois hombre probo y bien intencionado.
Sabemos que muchas cosas tienen que ser revisadas entre el cuerpo de oidores y mi persona pero esas diferencias no deben evitar que avancemos en lo que sí coincidimos y lo mismo va con vuestras excelencias –dijo mirando alternadamente a Zumárraga y a fray Pedro- y os repito que si encuentran alguna cosa que pueda hacerse para evitar las barbaridades que se están proponiendo en España, cuenten conmigo y todo lo que yo pueda representar.
   - Pues mire usted señor capitán general -respondió Vasco de Quiroga-, con la misma claridad con que usted se expresa, le digo que yo tengo mis fuertes dudas sobre su sinceridad, ya que si alguien originó las penurias de los naturales habéis sido vos y si de algún grupo he conocido desmanes ha sido de vuestros seguidores y capitanes, aunque debo deciros a fe de justicia que nunca nadie me ha referido de vuestra persona ni desmanes ni villanías, a no ser de la ejecución del rey Cuauhtémoc por cuya causa gran vergüenza agobia a La Corona.
Y en tocante a lo que usted nos expuso sobre lo que palpó en su reciente viaje a la metrópoli, debo deciros que comparto las primicias y el disgusto, porque como es sabido no ha mucho que yo he dejado Europa y en realidad es indignante la manera en que la ambición mueve y controla la lengua de todos los que pueden articular palabra. ¡Miren que cuestionar la naturaleza racional de los naturales!
   - Es justo lo que pienso -respondió Cortés- y reconozco mi participación en el inicio de este drama, pero... ¡coño!, ¡que yo me jugué la vida en ese empeño! pero esos advenedizos ni arriesgan nada ni entienden nada y en la mayoría de los casos ni siquiera ganarán nada, porque se quedarán en España cuidando su hacienda y soñando que hicieron algo bueno opinando sin cuidado sobre temas que desconocen.
   De inmediato terció fray Juan de Zumárraga.
   - Bien señor Capitán, os aseguro que don Vasco, fray Pedro y yo compartimos su preocupación, le agradezco que haya accedido a asistir a esta reunión para repetir lo que me refirió hace ya un mes, su fama de caballero y buen cristiano queda en mi caso cumplimentada y justificada, os mantendré al tanto de cualquier giro en los acontecimientos que afecten este asunto y desde luego tendré presente su ofrecimiento...
   Pedro de Gante arrebató la palabra a Zumárraga para no dejar escapar la oportunidad de plantear su punto de vista antes de que se diera por concluida la reunión.
   - Perdone fray Juan que le interrumpa, pero lo que aquí se discute resulta de mi más alto interés; yo como seguramente saben no he estado siempre del talante de ponderar las virtudes de los nativos, en ocasiones su natural terquedad me ha llevado a la ira e incluso a opinar de ellos cosas poco dignas, pero de eso a pensar que son irracionales al punto de no merecer abrazar la fe dista un buen tramo, lamento que en esta mesa no estén fray Motolinía y...
   Al oír ese nombre Vasco de Quiroga interrumpió a Pedro de Gante para inquirir escandalosamente.
   - ¡Ahí! ¡ahí pare un poco fray Pedro! que deseo me ponga al tanto del origen de ese mote para fray Toribio de Benavente, que yo apenas me he enterado de tal apelativo, ya que a poco de mi llegada solo conversé con él por escasos minutos, y fue recién que fray Juan me refirió que ahora prefiere ser llamado Motolinía.
   - Pues sí don Vasco –respondió Pedro de Gante- resulta que fray Toribio lleva al límite la humildad franciscana que todos deberíamos tener en todos los aspectos de la vida -Al decir esto miró furtivamente la protuberancia abdominal de Zumárraga y siguió diciendo- a tal punto que los naturales identificaron en él más humildad y pobreza que las de ellos y desde los primeros días de su arribo le dijeron que parecía ser motolinía, que en su idioma quiere decir hombre pobre, y fray Toribio que a más de sacrificado catequista goza de un excelente sentido del humor, decidió cambiarse el nombre de una vez y para siempre por el de fray Motolinía, cosa que autorizó gustoso nuestro superior mayor fray Martín de Valencia.
   - ¡Esa es una bella historia!, ¡me encanta! bueno, perdone usted la interrupción y prosiga que nos estaba diciendo que lamenta que fray Motolinía no esté aquí, sentimiento que comparto con usted sin duda.
   - Bien, pues refería que es una lástima que no nos acompañen fray Motolinía y fray Martín, ya que ambos conocen a la perfección lo que son y pueden ser los naturales de estas tierras, y en consecuencia avalarían mi dicho de que si no se corrige de inmediato la actitud de agravio y despojo de los españoles hacia los indios, estas tierras se perderán para la corona de su divina majestad don Carlos que Dios guarde firme en el trono del Imperio.
La sumisión con la que los nativos han aceptado su derrota, es producto de una educación que enaltece la autoridad del vencedor, y de una disciplina a toda prueba, fueron educados además en una moral que si bien no puede llamarse cristiana, sí compite y supera en resultados a la moral mostrada por muchos de los españoles que han venido en búsqueda de fortuna, pero no es cobardía ni mucho menos debilidad lo que los mantiene sumisos, eso hay que tenerlo bien claro, si siguen sufriendo las vejaciones de la esclavitud y el despojo a que se les está sometiendo, se revelarán y aplastarán a la escasa fuerza militar que hace vigente la autoridad de su majestad don Carlos.
   Vasco de Quiroga se recargó en el respaldo de su silla y manteniendo los brazos rectos y tensos sobre la mesa expresó su sorpresa por el panorama expuesto tan fríamente por Pedro de Gante.
   - ¡Válgame Dios! –Soltó don Vasco- ya sabía yo de una situación delicada por los abusos en las personas de los indios, pero de eso a estar a merced de una revuelta... ¿Y que dice de esto señor capitán general?
   - No puedo estar más de acuerdo –Aseguró Cortés-, nuestra presencia y éxito en estas tierras siempre ha sido por el apoyo y consentimiento de los naturales rivales de los aztecas.
La forma de mantenerlos de nuestro lado ha sido reconociéndoles su ayuda asignándoles un lugar en el triunfo, en este momento la mayor parte del territorio esta gobernado por naturales fieles a la corona española, sin ellos sería imposible mantener el control.
Fundamental ha sido el que los adultos están viendo que sus hijos tienen una oportunidad de vida digna en el nuevo orden gracias a la protección de la Santa Iglesia; espero que vuestras señorías no se sientan ofendidas por mi pragmatismo –Miró alternativamente a Zumárraga y a fray Pedro de Gante-, pero la verdad es que en esto de mantener sujetos a los naturales al trono español más ha tenido que ver el trabajo de los franciscanos que toda la pólvora, los caballos y el acero de mis soldados, lo que han hecho ustedes y los religiosos llegados con fray Martín de Valencia, ha sido de más monta que lo que podrían haber logrado cien mil soldados con sus cabalgaduras.
   Pedro de Gante reaccionó con violencia.
   - No me venga ahora don Hernán con que la fe sujeta en lugar de liberar; cuando yo llegué a estas tierras todo era devastación y abuso por parte de los españoles, aunque bien recuerdo que los más impíos eran los recién llegados y algunos de vuestros lugartenientes que no usted, lo que yo inicié no fue ni es para sujetar a los naturales sino para liberarlos de sus demoníacos cultos y protegerlos de la rapiña de los vencedores.
   - No me mal entienda fray Pedro que estamos en el mismo bando –Protestó Cortés-, usted los protegió es cierto, pero a la par les dio la esperanza de que el yugo español fuese al fin de cuentas menos cruel y fatigoso que el de sus anteriores reyes y obispos, a usted le consta que todos los pueblos estaban sometidos a un imperio terriblemente asfixiante; por el otro lado, los aztecas estaban conscientes de que al invertirse los papeles ellos serían tratados igual o peor y cuando los aires cambiaron estaban prestos a sufrir con dignidad, pero el amor de la Santa Iglesia les hizo ver una posibilidad distinta, eso los ha confortado de enorme manera.


lunes, 16 de marzo de 2020

La maestra Rosa María


   La maestra tardó cerca de diez minutos en aparecer ligeramente maquillada, con el pelo húmedo y los labios carmesí.
   Era definitivamente una maestra de toda la vida, su porte, su autoridad, su gesto analítico y comprensivo al mismo tiempo, proyectaban ese halo que muchos recordamos de nuestros más queridos maestros.
   Aldama se puso de pie y tomó la mano que Rosa María le ofreció para saludarlo.
   - Buenos días maestra, muchas gracias por recibirme.
   - Ni se mortifique, siempre me ha gustado recibir visitas y últimamente ya me han escaseado. Así que me está usted haciendo el día especial.
   -  Es usted muy amable maestra.
   - ¿En que puedo servirle? –Dijo en el tono practicado por décadas con sus alumnos-
   - Maestra, su nombre me lo dio don Juan Hernández en Usila para buscar pistas del paradero del maestro Marcio Domínguez y de Ica, la hija de don Juan. ¿Los recuerda usted?
   - Por supuesto que los recuerdo. Marcio y yo fuimos condiscípulos en la Normal y amigos muy cercanos.
   - Mire, yo los estoy buscando y el primer paso lo estoy dando con usted porque el maestro Marcio le dijo a don Juan que usted era su mejor amiga.
   - Y a mí me dijo Marcio que no le dijera nada a nadie que no fuera don Juan o alguien que él enviara, así que está usted en el lugar correcto. Solo que creo que poco le podré ayudar porque ha pasado tanto tiempo que dudo estén en el mismo lugar y ni siquiera cerca.
   - Eso temo yo también. ¿Usted les aconsejó a dónde ir?
   - Le sugerí que hiciera contacto con unos amigos míos que vivían en la Ciudad de México, pero ni siquiera sé si Marcio me hizo caso.
   - ¿Qué amigos?
   - Los Ruiz y más específicamente Luis Ruiz, ellos son de Morelia y por esas fechas estaban pensando en irse a Phoenix. Mi idea era que Marcio les encargara que se llevaran a Ica para allá, pero no supe lo que pasó al final porque Marcio nunca regresó.
   - ¿Y puede usted darme alguna información para localizar al señor Luis Ruiz?
   - No, tampoco lo he visto desde entonces, pero una prima suya me comentó hace como quince años que Luís sí se fue a Phoenix y se llevó a su esposa y sus hijas.
   - Pues eso ya es para mí un gran avance, tengo la esperanza de que algo bueno resultará.
   - ¿Le puedo pedir que me informe lo que descubra? –solicitó Rosa María-, Yo estimo mucho a Marcio, ¿sabe?, y me dará mucho gusto saber de él.
   - Cuente con eso maestra, iré Phoenix para buscar a Luís Ruiz. ¿Puedo decirle que usted me dio su nombre?
   - Sí,  por favor y lo saluda mucho de mi parte, dele también mi dirección y mi teléfono. ¿Tiene en que apuntar?
   Aldama sacó su libreta y pluma, para anotar los datos que la maestra le dictó.
   - Maestra... abusando de su bondad... me podría platicar un poco de estos rumbos, me apena, pero es la primera vez que vengo por acá y bueno nada más con decirle que hace unos días yo ni siquiera sabía que existían los chinantecos, ni Usila, ni Zongolica y ahora mientras más veo más se me antoja saber de la historia de estos lugares.
   - Pues lo felicito por preguntar, señor...
   - Ignacio Aldama, a sus órdenes, aquí tiene mi tarjeta, disculpe que no me haya presentado antes.
   - No se apure... pues mire señor Aldama, yo decidí regresar a vivir aquí porque desde que vine por primera vez recién egresada de la normal no he dejado de aprender, la historia y la riqueza cultural de esta zona es magnífica y milenaria.
La región chinanteca es muy distinta a la de Zongolica, para empezar los chinantecos hablan sus lenguas y son descendientes de los olmecas de Tabasco, los de la Sierra de Zongolica hablan náhuatl y son descendientes de los nonoalcas del Valle de México.
Como han sido vecinos por muchos siglos pues ya se conocen muy bien y han aprendido unos de otros.
Todos los pueblos prehispánicos conservan esa gran sabiduría que mezcla religión, magia y herbolaria para resolver prácticamente cualquier problema de salud del cuerpo y el alma, pero no todos tienen a sus médicos tradicionales integrados a su vida diaria tan intensamente como los chinantecos.  
Mire, seguramente usted ha oído del Yin y el Yang de los Chinos y del equilibrio entre lo físico y lo anímico, ¿no?, pues yo conocí todos esos conceptos, claro con otros nombres desde hace más de cincuenta años de boca de Marcio.
Los Chinantecos saben de todo eso desde hace miles de años y saben que muchas enfermedades tienen que ver con la pérdida del equilibrio de los opuestos complementarios y sus médicos como don Juan poseen la sabiduría para reestablecerlo.
En su idioma ellos se llaman “Tsa ju jmí” que significa gente de palabra antigua, esto porque se consideran herederos de un conocimiento milenario.
Y aquí en Zongolica también tienen lo suyo, no se crea que no, también hay gente muy respetada por su sabiduría, pero de lo que están más orgullosos es de su participación en la guerra de independencia ¿sabía usted que Zongolica fue el primer pueblo indígena que se levantó en armas? ¿y que aquí se diseñó la primera bandera tricolor de México y se acuñaron las primeras monedas del ejercito insurgente?
   - No tenía idea, y... ¿cómo fue eso?, ¿no fue el pueblo de Dolores el primero?
   - Dolores era un pueblo colonial en donde Hidalgo reclutó para su ejército a los primeros indígenas, Zongolica era un pueblo indígena que en su totalidad se declaró en rebeldía. Mire, tenemos un héroe muy importante que fue cura de aquí, se llamaba Juan Moctezuma Cortés y estaba en contacto con Hidalgo para iniciar la rebelión, pero no se enteró a tiempo de lo del 16 de Septiembre y se levantó en armas hasta el 24 de Septiembre. En 1812 ordenó que se acuñaran las primeras monedas del México Independiente y por esas fechas se hizo aquí la primera bandera verde, blanco y rojo tomando los colores de un ave de estos rumbos llamada Cuautototl que también sirvió para que muchos pueblos originales, entre ellos los aztecas, usaran esos colores en sus emblemas.
   - Maestra, me ha abierto usted un nuevo mundo. Realmente tengo que confesar que no conozco mi país y por eso tengo mucha vergüenza.
   - Pues vergüenza es lo que nos falta en este país así que no se sienta mal si tiene mucha.

sábado, 14 de marzo de 2020

Cultura Azteca


   Que los adoradores del Fuego, la Tierra, el Agua, y el Viento tuvieran altos valores morales no es fácil de aceptar cuando de niños nos enseñaron que como no habían conocido a Jesucristo su vida era todo pecado.
   Pero esa no fue la opinión que se formaron los misioneros llegados a México en el siglo XVI, quienes admirados por lo que encontraron hicieron tantos elogios a la cultura de los pueblos conquistados que la iglesia y la corona se vieron en la necesidad de destruir muchos de esos reportes y condenar al olvido a sus autores. Ese fue el caso de Juan de Tecto, quien describió las creencias religiosas prehispánicas como “la teología que de todo punto ignoró San Agustín”; respecto a este comentario me parece importante destacar que Juan de Tecto era un profesor de teología que enseñó en Paris por catorce años antes de venir a México, así que es de imaginarse el ruido que sus notas causaron en Roma.
   A la par de la teología, las normas morales y de conducta que regían a las sociedades prehispánicas también eran sumamente estructuradas y de un refinamiento superior a las que imperaban en la Europa de aquellos tiempos.
   Fray Bernardino de Sahagún en su “Historia General de las Cosas de la Nueva España” nos revela que los monarcas y senadores eran electos, no impuestos, y que debían responder a un perfil de actuación minuciosamente detallado: Debía (el aspirante), “mantenerse en su lugar. Ningún soberbio, ni erguido, ni presuntuoso, ni bullicioso, ha sido electo por señor; ningún descortés, malcriado, deslenguado, ni atrevido en hablar, ninguno que habla lo que se le viene a la boca, ha sido puesto en el estrado y trono real; y si en algún lugar hay algún senador que dice chocarrerías y palabras de burla, luego le ponían un nombre tecucuecuechtli , que quiere decir truhan; nunca a ninguno le fue dado cargo notable de la república que fuese atrevido, o disoluto en el hablar, o en burlar”.
   Sobre cómo debía mostrarse un verdadero señor, Fray Bernardino de Sahagún refiere que “Muy humilde, obediente, no erguido ni presuntuoso, muy cuerdo y prudente, muy pacífico y reposado”, también menciona que esos preceptos eran incluidos en los consejos que los padres transmitían a los hijos con la siguiente consigna, “Haz de ser de corazón, delante de nuestro señor dios. Mira que no sea fingida tu humildad, porque entonces decirse ha de ti titoloxochton, que es hipócrita, o titlanixiquipile, que quiere decir hombre fingido. Mira que nuestro señor dios ve los corazones y todas las cosas secretas”.
   Continuando con Fray Bernardino he aquí más normas de comportamiento prehispánico.
   “No te arrojes a la mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer”.
   “Conviene que hables con mucho sosiego, ni hables apresuradamente, ni con desasosiego, ni alces la voz, tendrás tono moderado, ni bajo ni alto en hablar, y sea suave y blanda tu palabra”.
   “En las cosas que oyeres y vieres en especial si son malas, disimula y calla”.
   “No esperes que dos veces te llamen, a la primera responde luego, y levántate luego”.
   “No seas curioso en tu vestir, ni demasiado fantástico…ni tampoco traigas atavíos rotos o viles”.
   “En la calle o por el camino anda sosegadamente, ni con mucha prisa ni con mucho espacio…; los que no lo hacen así llámanlos ixtotomac cuecuetz, que quiere decir persona que va mirando a todos lados, como loco, y persona que va andando sin honestidad y sin gravedad; tampoco irás cabizbajo, ni inclinada la cabeza de lado, ni mirando hacia los lados, porque no se diga de ti que eres bobo o tonto o malcriado, y mal disciplinado”.
   “No comas muy aprisa, no comas con demasiada desenvoltura, ni des grandes bocados en el pan, ni metas mucha vianda en la boca, porque no te añusgues, ni tragues lo que comas como perro, no despedaces el pan, ni arrebates lo que está en el plato; sea sosegado tu comer, porque no des ocasión de reír a los que están presentes. Al principio de la comida lavarte has las manos y la boca; y después de haber comido harás lo mismo”.
   Una aportación muy importante para que ahora existan evidencias escritas de estos aspectos de la cultura prehispánica, la hizo el misionero franciscano Andrés de Olmos, quien aprendió náhuatl, huasteco y totonaco, y recopiló una gran cantidad de documentos originales, de entre los que destacan unos libros llamados huehuetlahtolli , que describían las normas de conducta y la visión moral de los pueblos nahoas, el nombre de estos escritos se tradujo inicialmente como “Los dichos de los antiguos” pero creo que la traducción más adecuada es la usada por Ángel María Garibay en su Historia de la Literatura Náhuatl, “Preceptos de los Ancianos”.
Comentando esta obra Garibay nos dice “el texto náhuatl por el padre Olmos enumera largamente y con gran detalle todas las normas de conducta de un mexicano distinguido; cómo debe comportarse ante sus superiores, con sus iguales, hacia sus inferiores; venerar a los ancianos, mostrarse compasivo con el desgraciado, abstenerse de pronunciar palabras ligeras, conformar sus actos y sus palabras en toda circunstancia a la más escrupulosa cortesía.”
   “Si se asiste a una comida. Tened atención de cómo entráis. Pues allí os están observando con disimulo. Llegad con respeto, inclinaos y saludadlo (al dueño). Y al comer no hagáis visajes, ni estéis retozando, ni comáis sin cuidado, glotones y ávidos, ni engulláis de prisa, sino poco a poco. Si tenéis que comer mole o tenéis que beber agua, no hagáis ruido jadeando -¿acaso sois perritos?-. No comaís con todos los dedos, sino con tres dedos, y hacedlo con la mano derecha. Tampoco tosáis ni escupáis, no sea que manchéis a alguna persona”.
   Regresando a lo reportado por Fray Bernardino de Sahagún, en los escritos prehispánicos se insiste mucho en el papel del soberano. A quien el mismo día de su elección se le conminaba así.
   “No debéis de decir, ni hacer cosa alguna arrebatadamente, oíd con sosiego y muy por entero las quejas e informaciones que delante de vos vinieren; no seáis aceptador de personas, ni castiguéis a nadie sin razón. Mirad, señor, que en los estrados y en los tronos de los señores y jueces no ha de haber arrebatamiento, o precipitamiento de obras, o de palabras, ni se ha de hacer alguna cosa con enojo. Y no habléis a nadie con ira, ni espantéis a ninguno con ferocidad. Conviene también, oh señor nuestro, que tengáis mucho aviso en no decir palabras de burlas, o de donaires, porque esto causará menosprecio de vuestra persona. Ahora os conviene tomar corazón de viejo y de hombre grave y sereno. No os deis a las mujeres. No penséis, señor, que el estado real y el trono y dignidad, es deleitoso y placentero, que no es sino de grande trabajo, y de grande aflicción y de gran penitencia”
   Al llegar a este punto, mi curiosidad se había convertido en indignación. ¿Por qué me habían enseñado desde niño que antes de la llegada de los españoles, todo era maldad, ignorancia y pecado? ¿Por qué la inmensa mayoría de mexicanos ignoramos que los valores, la cortesía, y los modales de las civilizaciones prehispánicas eran equiparables y en muchos casos superiores a la de los europeos más refinados, y definitivamente superiores a los de la mayoría de los pobladores de aquel continente?
   La respuesta que desgarré de mi vergüenza es simple, porque la historia que aprendimos y seguimos enseñando sobre la conquista, la independencia y la revolución, es la que más nos ha convenido para seguirnos beneficiando sin cargos de conciencia de los crímenes de las generaciones que nos heredaron los privilegios que ahora tenemos.
En fin, ya empezaba yo a darme cuenta cabal de lo mucho que ignoraba de mi país.

Fascículo 3. ¿FUE VERACRUZ LA PRIMERA CIUDAD DEL CONTINENTE AMERICANO?

      Este trabajo fue publicado por primera vez en el año 2017 formando parte del ensayo MÉXICO SIN MENTIRAS y está dedicado a quienes esté...