La maestra tardó cerca de diez minutos en
aparecer ligeramente maquillada, con el pelo húmedo y los labios carmesí.
Era definitivamente una maestra de toda la
vida, su porte, su autoridad, su gesto analítico y comprensivo al mismo tiempo,
proyectaban ese halo que muchos recordamos de nuestros más queridos maestros.
Aldama se puso de pie y tomó la mano que Rosa
María le ofreció para saludarlo.
- Buenos días maestra, muchas gracias por
recibirme.
- Ni se mortifique, siempre me ha gustado
recibir visitas y últimamente ya me han escaseado. Así que me está usted
haciendo el día especial.
- Es
usted muy amable maestra.
- ¿En que puedo servirle? –Dijo en el tono
practicado por décadas con sus alumnos-
- Maestra, su nombre me lo dio don Juan
Hernández en Usila para buscar pistas del paradero del maestro Marcio Domínguez
y de Ica, la hija de don Juan. ¿Los recuerda usted?
- Por supuesto que los recuerdo. Marcio y yo
fuimos condiscípulos en la
Normal y amigos muy cercanos.
- Mire, yo los estoy buscando y el primer
paso lo estoy dando con usted porque el maestro Marcio le dijo a don Juan que
usted era su mejor amiga.
- Y a mí me dijo Marcio que no le dijera
nada a nadie que no fuera don Juan o alguien que él enviara, así que está usted
en el lugar correcto. Solo que creo que poco le podré ayudar porque ha pasado
tanto tiempo que dudo estén en el mismo lugar y ni siquiera cerca.
- Eso temo yo también. ¿Usted les aconsejó a
dónde ir?
- Le sugerí que hiciera contacto con unos
amigos míos que vivían en la
Ciudad de México, pero ni siquiera sé si Marcio me hizo caso.
- ¿Qué amigos?
- Los Ruiz y más específicamente Luis Ruiz,
ellos son de Morelia y por esas fechas estaban pensando en irse a Phoenix. Mi
idea era que Marcio les encargara que se llevaran a Ica para allá, pero no supe
lo que pasó al final porque Marcio nunca regresó.
- ¿Y puede usted darme alguna información
para localizar al señor Luis Ruiz?
- No, tampoco lo he visto desde entonces,
pero una prima suya me comentó hace como quince años que Luís sí se fue a Phoenix
y se llevó a su esposa y sus hijas.
- Pues eso ya es para mí un gran avance,
tengo la esperanza de que algo bueno resultará.
- ¿Le puedo pedir que me informe lo que
descubra? –solicitó Rosa María-, Yo estimo mucho a Marcio, ¿sabe?, y me dará
mucho gusto saber de él.
- Cuente con eso maestra, iré Phoenix para
buscar a Luís Ruiz. ¿Puedo decirle que usted me dio su nombre?
- Sí,
por favor y lo saluda mucho de mi parte, dele también mi dirección y mi
teléfono. ¿Tiene en que apuntar?
Aldama sacó su libreta y pluma, para anotar
los datos que la maestra le dictó.
- Maestra... abusando de su bondad... me
podría platicar un poco de estos rumbos, me apena, pero es la primera vez que
vengo por acá y bueno nada más con decirle que hace unos días yo ni siquiera
sabía que existían los chinantecos, ni Usila, ni Zongolica y ahora mientras más
veo más se me antoja saber de la historia de estos lugares.
- Pues lo felicito por preguntar, señor...
- Ignacio Aldama, a sus órdenes, aquí tiene
mi tarjeta, disculpe que no me haya presentado antes.
- No se apure... pues mire señor Aldama, yo
decidí regresar a vivir aquí porque desde que vine por primera vez recién
egresada de la normal no he dejado de aprender, la historia y la riqueza
cultural de esta zona es magnífica y milenaria.
La
región chinanteca es muy distinta a la de Zongolica, para empezar los chinantecos
hablan sus lenguas y son descendientes de los olmecas de Tabasco, los de la Sierra de Zongolica hablan
náhuatl y son descendientes de los nonoalcas del Valle de México.
Como
han sido vecinos por muchos siglos pues ya se conocen muy bien y han aprendido
unos de otros.
Todos
los pueblos prehispánicos conservan esa gran sabiduría que mezcla religión,
magia y herbolaria para resolver prácticamente cualquier problema de salud del
cuerpo y el alma, pero no todos tienen a sus médicos tradicionales integrados a
su vida diaria tan intensamente como los chinantecos.
Mire,
seguramente usted ha oído del Yin y el Yang de los Chinos y del equilibrio
entre lo físico y lo anímico, ¿no?, pues yo conocí todos esos conceptos, claro
con otros nombres desde hace más de cincuenta años de boca de Marcio.
Los
Chinantecos saben de todo eso desde hace miles de años y saben que muchas
enfermedades tienen que ver con la pérdida del equilibrio de los opuestos
complementarios y sus médicos como don Juan poseen la sabiduría para
reestablecerlo.
En su
idioma ellos se llaman “Tsa ju jmí” que significa gente de palabra antigua,
esto porque se consideran herederos de un conocimiento milenario.
Y
aquí en Zongolica también tienen lo suyo, no se crea que no, también hay gente
muy respetada por su sabiduría, pero de lo que están más orgullosos es de su
participación en la guerra de independencia ¿sabía usted que Zongolica fue el
primer pueblo indígena que se levantó en armas? ¿y que aquí se diseñó la primera
bandera tricolor de México y se acuñaron las primeras monedas del ejercito
insurgente?
- No tenía idea, y... ¿cómo fue eso?, ¿no
fue el pueblo de Dolores el primero?
- Dolores era un pueblo colonial en donde
Hidalgo reclutó para su ejército a los primeros indígenas, Zongolica era un
pueblo indígena que en su totalidad se declaró en rebeldía. Mire, tenemos un
héroe muy importante que fue cura de aquí, se llamaba Juan Moctezuma Cortés y
estaba en contacto con Hidalgo para iniciar la rebelión, pero no se enteró a tiempo
de lo del 16 de Septiembre y se levantó en armas hasta el 24 de Septiembre. En
1812 ordenó que se acuñaran las primeras monedas del México Independiente y por
esas fechas se hizo aquí la primera bandera verde, blanco y rojo tomando los
colores de un ave de estos rumbos llamada Cuautototl que también sirvió para
que muchos pueblos originales, entre ellos los aztecas, usaran esos colores en
sus emblemas.
- Maestra, me ha abierto usted un nuevo
mundo. Realmente tengo que confesar que no conozco mi país y por eso tengo mucha
vergüenza.
- Pues vergüenza es lo que nos falta en este
país así que no se sienta mal si tiene mucha.
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