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martes, 7 de abril de 2020

EL ADN


   Las ciento cuarenta y cuatro mil mesas fueron divididas en doce grupos de doce mil y dado que cada mesa continuó siendo de doce miembros los grupos quedaron compuestos por ciento cuarenta y cuatro mil seres de luz, por último, a cada uno de los doce grupos se le asignó un planeta distinto.
   Hasta ese momento atestigüé todo el ejercicio de la creación, en adelante solo una doceava parte.
   - Ahora –dijo Ella- lo primero es seleccionar los materiales que serán los básicos para con sus atributos establecer a detalle los criterios de diseño, después imaginaremos las primeras especies y estableceremos la manera en que se reproducirán.
   Su propuesta nos convenció de inmediato y fuimos a seleccionar los materiales básicos al planeta que se nos había asignado, la Tierra.
   Optamos por usar carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno; más adelante, principalmente para crear animales, incluimos calcio, fósforo y muy pequeñas cantidades de otros elementos.
   Tras crear la primera forma de vida nuestro entusiasmo fue superlativo pero de poca duración porque Ella nos confrontó con un nuevo y tremendo reto.
   - Bien -expresó con solemnidad-, ahora ya podremos establecer criterios de diseño del cuerpo material de nuestras creaturas para que puedan realizar tareas como las de alimentarse o en su caso desplazarse a voluntad, pero, ¿cómo haremos tangible la inteligencia de su voluntad de vida y la inteligencia de su materia para que las puedan transferir a sus descendientes?, porque no es pensable que nosotros estemos repitiendo nuestra tarea creadora para cada nueva generación.
   Nadie pudo avanzar siquiera un poco en la solución de tal enigma y así en total receso nos encontró un moderador que no nos había visitado antes y quien llevó nuestro insuperado reto a las demás mesas de nuestro grupo y a las de los once grupos restantes.
   Las discusiones en torno de las tres tareas que propusimos se olvidaron, todas las energías se concentraron en descubrir la manera de materializar la inteligencia genética de las formas de vida que estábamos por crear.
   En realidad la solución ya existía, pero nadie de nosotros había reparado en ello.
   El Universo tenía vida, se movía por sí mismo y contaba con una voluntad que le permitía introducir cambios a su comportamiento y toda esa inteligencia funcionaba por si misma porque nuestro padre la había hecho tangible aunque no con el propósito de que fuera heredada, sino por practicidad.
   Ya El Verbo nos había insinuado la existencia de tal solución, pero nuestra soberbia nos hizo no entenderle, además, disminuidos por nuestra ignorancia cometimos un error aún más grave, no preguntamos.
   El caso es que ninguna mesa de trabajo pudo encontrar la solución y por primera vez dudamos, por primera vez experimentamos la frustración de no poderlo todo y también por primera vez temimos que nuestra capacidad individual fuese inferior a la de los demás.
   En esa etapa empezamos a tener una más clara conciencia de nuestra individualidad.
   Sorpresivamente Dos pidió la atención de los doce grupos para que el representante de una de las mesas de trabajo que él había apoyado nos diera la solución que buscábamos.
   No existían antecedentes al respecto, nunca antes uno de nosotros se había dirigido a toda la asamblea, hasta entonces solo los moderadores lo habían hecho, por lo que un rumor de inconformidad y celos llenó el ambiente.
   Cuando el envidiado ponente se hizo presente en nuestra razón la paz se hizo en nuestro ánimo, su energía vital era tan grande que no nos quedaron dudas de que en realidad nos enseñaría algo valioso.
   Tras avasallarnos proyectó en nuestro entendimiento una visión del universo tal cual existía y de forma sistemática fue eliminando todos los cuerpos materiales hasta dejar solo unos corpúsculos de energía que existen entre su estructura, se trata de una construcción helicoidal que contiene el código de vida del Supra Entorno Mineral, todos al verlo entendimos de lo que se trataba porque nuestra capacidad de aprendizaje está sustentada por la sabiduría que Nuestro Padre integró a nuestro Soplo de Vida, realmente no aprendemos, recordamos.
   Ahí, en esa sencilla estructura estaba la respuesta al cuestionamiento que nos había hecho El Verbo de por qué los minerales pueden desobedecer si no tienen ni Libre Albedrío ni Potencial Creativo, se trata de una forma de almacenaje de información en código binario en donde reside toda la lógica de la actividad vital del Universo y al instante entendimos que podía ser utilizada para cualquier forma de vida.
   Ahora esa estructura se conoce en términos humanos como ADN, Ácido Desoxirribo Nucléico.
   El asombro fue generalizado, Dos estaba henchido de gusto porque una mesa asesorada por él había solucionado el problema que detenía la creación de vida, no hubo uno solo de nosotros que no se sintiera invadido por una mezcla de felicidad, sorpresa y alivio, cuando nos recuperamos estuvimos listos para iniciar la actividad que era nuestra razón de ser, crear vida.
   El ADN nos permitió también establecer la manera en que nuestras creaturas comenzarían a desarrollarse a partir de una minúscula cantidad de materia hasta llegar a la plenitud de sus capacidades físicas para después iniciar un proceso de envejecimiento que derivaría en su muerte.
   El disgusto porque nuestras creaturas murieran nos motivó a que ideáramos la forma de que en caso de que algunas de sus partes dejaran de funcionar o fueran mutiladas por accidentes o confrontaciones, se pudieran regenerar para así darle más posibilidades de superar las constantes amenazas a su vida.
   Tal posibilidad solo fue autorizada para su aplicación de manera selectiva y como resultado de una revisión completa de la participación de cada especie en el equilibro poblacional y las cadenas alimenticias.
   Lo primero que concluimos fue que debíamos considerar por separado la capacidad regenerativa con que dotaríamos a vegetales y animales, porque los primeros serían principalmente proveedores de alimento y los segundos principalmente consumidores.
   Finalmente convinimos en que los vegetales podrían regenerar todo su cuerpo y que los animales solo regenerarían sus uñas y vellosidades, aunque más adelante pudimos justificar algunas excepciones.

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