Al inicio hicimos varios individuos de cada vegetal
y en estricto apego a los lineamientos les incorporamos pequeñas diferencias
que en la mayoría de los casos se limitaban a la cantidad de ramas.
Resolvimos el asunto de su multiplicación
con la invención de embriones que surgidos del cuerpo de las plantas caían al
suelo para germinar.
Confrontamos entonces el problema de que los
embriones producían copias exactas, no individuos diferenciados.
Teníamos que propiciar que los descendientes
tuvieran una morfología distinta conservando todas las características de su
especie, el asunto resultó muy complicado y derivó en la creación del sexo.
Diseñamos para cada especie vegetal un
órgano productor de materia de fecundación, ahora llamado polen, y otro en donde
se gestara un nuevo embrión.
Después creamos vegetales con ambos órganos
o con solo uno de ellos y nos aseguramos de que el polen fuera transportado al
órgano de gestación de otro individuo por aire o por agua, según tales órganos
estuvieran a la intemperie o sumergidos.
Esto funcionó muy bien hasta que hubo crisis
de sobrepoblación porque las nuevas plantas, sobre todo las terrestres, crecían
en el mismo espacio físico de la planta original porque los embriones caían
ahí, entonces, para que las nuevas plantas ocuparan un lugar diferente nos
enfrascamos en una etapa creativa de la que surgieron contenedores de
embriones, ahora llamados semillas, que responden a las más audaces ideas para flotar
en el aire o en el agua o para rodar por las pendientes de los terrenos.
Tras millones de años de estar creando
vegetales fuimos autorizados a aplicar lo aprendido para crear vida animal,
respetando la regla básica de que cada especie debería complementar cuando
menos a otra especie animal o vegetal.
Fue entonces que inventamos semillas que
pueden resistir los jugos gástricos de los animales y contenedores de semillas que
ahora se conocen como frutas; con las frutas logramos que los animales se
alimentaran de vegetales sin aniquilarlos y además fueran coadyuvantes en la diseminación
de las semillas que ingerían.
También hicimos intervenir una gran cantidad
de especies animales en la proliferación de vegetales, dotándolos de un
pelambre al que se pudieran adherir semillas y polen para ser transportados.
Animales acuáticos, animales terrestres y animales
con alas, fueron creados en ese orden.
Esa
etapa fue totalmente diferente a la de creación de vida vegetal, dado que para
que los animales pudieran ejercer su libre albedrío, era necesario dotarlos de
un nivel de capacidad creadora que les permitiera elaborar estrategias ante los
múltiples retos a confrontar, que cubrían desde cómo escalar una pendiente
hasta cómo cazar, cómo combatir, cómo eludir un enemigo o cómo alcanzar o
derribar una fruta.
Pero para resolver eficientemente todo eso, la
creatividad que requerían era casi equiparable a la de los humanos, así que
nuevamente nos detuvimos para idear una solución que les permitiera manejar con
eficiencia circunstancias demandantes de una gran creatividad sin realmente
dotarlos de más creatividad.
Solucionamos el problema con la invención de
protocolos de respuestas predefinidas, que no son otra cosa que los instintos
con que cada especie supera complejos retos de coexistencia y supervivencia.
Nuevamente el asunto más complicado fue el
de la reproducción.
Cuando inventamos el sexo de los vegetales
no tuvimos que lidiar con el libre albedrío, pero con los animales teníamos que
permitir que la selección de pareja fuese hecha por los individuos y que el
instinto solo les ayudara a asegurar que la pareja seleccionada fuese de su
misma especie.
Esto generó un nuevo reto particularmente
complicado y divertido, porque nos pusimos a trabajar para establecer las formas
y los medios que propiciaran que fuesen los individuos mejor dotados los que
resultaran más atractivos al otro sexo, así inventamos la coquetería y los
cortejos.
El que los animales comieran vegetales lo
resolvimos sin mayores complicaciones, pero aceptar que existieran animales que
se alimentaran de animales inició una polémica que aún nos divide.
No fue ese un requerimiento inicial, surgió
como necesidad para controlar la sobrepoblación y conservar el equilibrio entre
especies; las discusiones fueron acaloradas y de larga duración hasta que
concluimos que era indispensable que así fuera, pero muchos seguimos lamentando
que no exista otra opción que deje incólumes la individualidad y el libre
albedrío de nuestras creaturas.
Convenimos finalmente crear animales
vegetarianos y carnívoros, y en establecer relaciones simbióticas entre
animales, entre vegetales y entre animales y vegetales.
Surgieron las más fantásticas formas de vida.
Para dar a cada especie oportunidades de
supervivencia todas las mesas quedaron obligadas a compartir los detalles de
sus diseños con las demás, para que a cada característica de depredación y
ataque correspondiera una de protección y defensa.
Rapidez, agudeza visual, agudeza auditiva,
tacto, mimetismo, percepción de peligro, todas las características que hoy
observamos en las especies que pueblan el planeta fueron objeto de diseño y
experimentación, fue así que se perfeccionaron las soluciones motrices de ataque
y defensa.
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