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viernes, 22 de octubre de 2021

LAS MENTIRAS DE LA ÉPOCA COLONIAL

 Fragmento de EL PLANETA SIN MENTIRAS por René Ignacio García Fernández.

   Las Bulas Alejandrinas y el Tratado de Tordesillas justificaron el colonialismo y dieron origen a una interminable lista de falacias que indujeron nefastas conductas en colonizadores y colonizados.

Así, con el beneplácito de la Iglesia Católica, el cristianismo fue llevado a las colonias para ser impuesto desde una perspectiva de superioridad étnica, cultural y ética.

Los postulados que marcaron a colonizadores y colonizados fueron:

Los europeos son de razas superiores.

Los europeos son más cultos.

Los europeos son más éticos.

La mayoría de los actuales europeos se libraron ya de estas desorientadoras etiquetas, pero en las antiguas colonias siguen causando estragos en el espíritu de los pueblos generando un nacionalismo bipolar que es un lastre para su progreso.

La explicación es simple.

Los europeos han mantenido inalterables sus orígenes raciales y sus élites no han sido culturizadas por etnias no europeas.

Las invasiones árabes y tártaras no produjeron mayorías mestizas.

Las migraciones procedentes de las antiguas colonias no han penetrado las culturas locales y tampoco amenazan con dar origen a mayorías que puedan influir en la conformación del gobierno.

Eso ha facilitado que desde la edad media hasta la actualidad, los países de Europa hayan logrado avanzar constantemente en la identificación de objetivos comunes, a pesar de sus muchas y frecuentemente violentas confrontaciones.

La mayoría de los europeos siguen reconociendo jerarquías por riqueza, realeza o santidad, pero ya no con los dogmáticos criterios medievales que involucraban inalterables designios divinos.

Profesan un acendrado nacionalismo, pero eso es reflejo de su orgullo de pertenencia, no de complejos de superioridad o inferioridad.

En cambio, en las colonias de América, África, India, Asia, Australia, e Islas del Océano Pacífico, los pueblos originarios fueron forzados a aceptar la supremacía europea.

Las colonias importaron de Europa sus élites gubernamentales, sus élites eclesiásticas, sus burgueses y su vulgo.

El mestizaje generó nuevos estratos sociales, pero todos bajo premisas de inferioridad.

Al paso de los siglos particularmente en Latinoamérica, la movilidad social permitió que el mestizaje permeara el vulgo y la burguesía.

Pero las élites económicas y eclesiásticas continúan comportándose bajo los designios supremacistas del oscurantismo europeo del siglo XV.

Eso causa que los gobiernos sean incapaces de entender las necesidades de sus pueblos.

El fatal resultado es una gran polarización económica e ideológica que frecuentemente han causado revoluciones y golpes de estado.

En este drama social campean como jinetes apocalípticos, complejos de inferioridad y superioridad por riqueza, raza, y santidad.

El asunto es tan vigente y delicado que debe ser tratado con calma.

Ya nadie recuerda las Bulas Alejandrinas, pero su legado permanece en enunciados fatalistas que se incorporaron a los libros de texto utilizados en la educación básica hasta mediados del siglo XX.

1. La ignorancia de los indios era tanta que ni siquiera conocían lo que era el dinero.

2. Gracias a la conquista los indios conocieron a Dios.

3. Los indios ignoraban las buenas costumbres de la "gente bien"

Vamos esto, caso por caso.

DINERO.

El dinero fue inventado en el Viejo Mundo por un visionario que convenció a su vecino de que si asignaban un valor simbólico a una cosa que fuera fácilmente transportable, podría usarse para intercambiar bienes sin tener que desprenderse de los que ya tenían.

Así, un vecino le dio al otro su lanza a cambio de una bonita piedra, guardó la piedra y más adelante se la cambió por flechas al mismo imaginativo vecino que le había comprado su lanza.

Lo bondadoso del arreglo fue que de haber hecho desde el principio el trueque de la lanza por las flechas, el vendedor habría tenido flechas en exceso y el comprador un inconveniente bajo inventario.

La asignación de un valor simbólico a la piedra, permitió a vendedor y comprador mantener un inventario de flechas adecuado a sus necesidades.

El dinero evolucionó hasta convertirse en monedas de cuño oficial y en papel moneda, que ya son complicaciones en la que todos estamos enredados.

Pero bueno, el caso es que gracias al dinero una persona puede poseer la riqueza necesaria para comprar más de lo que puede disfrutar, y si opta por no comprar de todos modos se siente y es calificado como rico, aunque no viva con opulencia o ni siquiera con comodidades básicas.

Los nativos del Nuevo Mundo no asignaron valores simbólicos a ningún material, negociaban con los valores intrínsecos de cada producto o bien.

Conocían el oro y gustaban de atesorarlo, pero cuando estaba sin trabajar su valor era muy inferior al que adquiría una vez convertido en arte o accesorios de vestir.

Al no existir el dinero, la acumulación de riqueza correspondía a los limites de lo prácticamente disfrutable o almacenable.

Sin duda el dinero es un gran invento, sin él no se pueden explicar las sociedades modernas, pero debemos preguntarnos la forma en que su existencia o inexistencia benefició a las sociedades del siglo XVI.

Cuando el descubrimiento de América en Europa se iniciaba El Renacimiento y las sociedades estaban constituidas por la nobleza, la burguesía, y el vulgo.

La nobleza concentraba el dinero.

La burguesía incluía a gente muy rica pero no todos eran potentados.

El vulgo vivía en la miseria, por lo general no tenía ni tierras, ni ganado, ni derecho de caza, y menos dinero.

En contraste, en el Nuevo Mundo, sin la existencia del dinero, la riqueza correspondía a la posesión de cosas utilitarias o consumibles con valor intrínseco.

La base de toda riqueza era la tierra.

Nadie era propietario de un trozo de tierra.

Las tierras pertenecían colectivamente a los barrios o a otras formas de asociación como lo podían ser los templos, cofradías de artesanos o comerciantes, ciudades o pueblos.

La propiedad era colectiva pero el usufructo era individual.

Todo adulto casado tenía el derecho imprescriptible de recibir una parcela para cultivarla.

El así beneficiado no podía enajenar la tierra, pero la podía dejar a sus hijos y herederos.

Se trataba pues de un usufructo transmisible.

Cuando alguien no heredaba el derecho a trabajar un trozo de tierra, el calpulli tenía la obligación de darle otro y cuando la familia crecía o cuando se demostraba tener la capacidad de incrementar la producción, se ganaba el derecho de recibir más tierras.

Nadie podía ser despojado del derecho sobre la tierra mientras la cultivara.

En el Nuevo Mundo el campesino era el depositario de la riqueza y su actividad vinculaba a la madre tierra con la humanidad.

Este sistema económico no generaba miseria, había pobres y parias, pero eran una excepción social.

DIOS.

Ahora hablemos del conocimiento de Dios.

En Europa dominaba la idea de que todo dependía de la voluntad de Dios y que para tener su favor era necesario vivir en apego a sus mandamientos según los interpretaban sus representantes en la tierra.

Interpretar la voluntad de Dios y forzar que fuera respetada era el camino para obtener santidad, poder y riquezas.

No vivir en apego a las normas emanadas de Dios era pecado.

En el Nuevo Mundo no existía el pecado.

Dios ya le había regalado a la humanidad la vida, el planeta, el universo, las plantas y los animales.

Los hombres debían demostrar a Dios que eran agradecidos y merecedores de lo que ya habían recibido.

Dios no regía los actos de los hombres, no era necesario hacer algún esfuerzo para interpretar su voluntad, ni había por qué pedirle más.

Las malas acciones eran castigadas según las leyes de los hombres.

Pero ninguna mala acción condenaba a un infierno en el más allá.

BUENAS COSTUMBRES.

Finalmente revisemos el asunto de las buenas costumbres.

Es claro que las normas de etiqueta social aceptadas en América provienen de Europa.

Pero eso no implica que los pueblos originales no se comportaran con refinamiento.

Sabemos ahora de las normas de conducta que regían en el Nuevo Mundo, gracias a que frailes maravillosos como Juan de Tecto, Bernardino de Sahagún, y Andrés de Olmos, se empeñaron en conocerlas y registrarlas por escrito.

Los trabajos de Juan de Tecto se perdieron, pero quedó para la posteridad su declaración de que las creencias religiosas prehispánicas correspondían a "la teología que de todo punto ignoró San Agustín"

Bernardino de Sahagún en su "Historia General de las Cosas de la Nueva España" nos revela que los monarcas y senadores eran electos, no impuestos, y que debían responder a un perfil de actuación minuciosamente detallado: Debía (el aspirante), "mantenerse en su lugar. Ningún soberbio, ni erguido, ni presuntuoso, ni bullicioso, ha sido electo por señor; ningún descortés, malcriado, deslenguado, ni atrevido en hablar, ninguno que habla lo que se le viene a la boca, ha sido puesto en el estrado y trono real; y si en algún lugar hay algún senador que dice chocarrerías y palabras de burla, luego le ponían por nombre truhan; nunca a ninguno le fue dado cargo notable de la república que fuese atrevido, o disoluto en el hablar, o en burlar".

Sobre cómo debía mostrarse un verdadero señor, Fray Bernardino de Sahagún refiere que "Muy humilde, obediente, no erguido ni presuntuoso, muy cuerdo y prudente, muy pacífico y reposado", también menciona que esos preceptos eran incluidos en los consejos que los padres transmitían a los hijos con la siguiente consigna, "Haz de ser de corazón, delante de nuestro señor dios. Mira que no sea fingida tu humildad, porque entonces decirse ha de ti que eres hipócrita o fingido. Mira que nuestro señor dios ve los corazones y todas las cosas secretas".

Al ser investidos los gobernantes eran aleccionados como sigue:

"No debéis de decir, ni hacer cosa alguna arrebatadamente, oíd con sosiego y muy por entero las quejas e informaciones que delante de vos vinieren; no seáis aceptador de personas, ni castiguéis a nadie sin razón. Mirad, señor, que en los estrados y en los tronos de los señores y jueces no ha de haber arrebatamiento, o precipitamiento de obras, o de palabras, ni se ha de hacer alguna cosa con enojo. Y no habléis a nadie con ira, ni espantéis a ninguno con ferocidad. Conviene también, oh señor nuestro, que tengáis mucho aviso en no decir palabras de burlas, o de donaires, porque esto causará menosprecio de vuestra persona. Ahora os conviene tomar corazón de viejo y de hombre grave y sereno. No os deis a las mujeres. No penséis, señor, que el estado real y el trono y dignidad, es deleitoso y placentero, que no es sino de grande trabajo, y de grande aflicción y de gran penitencia"

Para los grandes señores y el pueblo en general aplicaban las siguientes recomendaciones.

"No te arrojes a la mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer".

"Conviene que hables con mucho sosiego, ni hables apresuradamente, ni con desasosiego, ni alces la voz, tendrás tono moderado, ni bajo ni alto en hablar, y sea suave y blanda tu palabra".

"En las cosas que oyeres y vieres en especial si son malas, disimula y calla".

"No esperes que dos veces te llamen, a la primera responde luego, y levántate luego".

"No seas curioso en tu vestir, ni demasiado fantástico, ni tampoco traigas atavíos rotos o viles".

"En la calle o por el camino anda sosegadamente, ni con mucha prisa ni con mucho espacio; los que no lo hacen así llámanlos persona desorientada y loca que va andando sin honestidad y sin gravedad; tampoco irás cabizbajo, ni inclinada la cabeza de lado, ni mirando hacia los lados, porque no se diga de ti que eres bobo o tonto o malcriado, y mal disciplinado".

"No comas muy aprisa, no comas con demasiada desenvoltura, ni des grandes bocados en el pan, ni metas mucha vianda en la boca, porque no te añusgues, ni tragues lo que comas como perro, no despedaces el pan, ni arrebates lo que está en el plato; sea sosegado tu comer, porque no des ocasión de reír a los que están presentes. Al principio de la comida lavarte has las manos y la boca; y después de haber comido harás lo mismo".

Andrés de Olmos enumeró las normas de conducta de un mexicano bien educado, tal como las conoció de unos documentos originales que los indígenas llamaban "Preceptos de los Ancianos".

Incluyo enseguida las que se referían a la conducta adecuada al asistir como invitado a una comida.

"Si se asiste a una comida. Tened atención de cómo entráis. Pues allí os están observando con disimulo. Llegad con respeto, inclinaos y saludadlo (al dueño). Y al comer no hagáis visajes, ni estéis retozando, ni comáis sin cuidado, glotones y ávidos, ni engulláis de prisa, sino poco a poco. Si tenéis que comer mole o tenéis que beber agua, no hagáis ruido jadeando -¿acaso sois perritos? No comaís con todos los dedos, sino con tres dedos, y hacedlo con la mano derecha. Tampoco tosáis ni escupáis, no sea que manchéis a alguna persona".


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