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jueves, 4 de noviembre de 2021

Fascículo 1, ¿ERAN LOS ESPAÑOLES MÁS CIVILIZADOS QUE LOS INDIOS?

 

   Este trabajo fue publicado por primera vez en el año 2017 formando parte del ensayo MÉXICO SIN MENTIRAS y está dedicado a quienes estén interesados en entender los orígenes y causas de los graves problemas que está enfrentando México.

   Refleja por tanto la situación hasta antes de que iniciara el periodo presidencial del Licenciado Andrés Manuel López Obrador.

   Los problemas cuyo origen y naturaleza aquí se reportan están siendo enfrentados con decisión y eficacia desde el gobierno federal, pero la inercia de siglos de una política gubernamental de saqueo e insensibilidad social, mantiene presentes sus efectos en la idiosincrasia y comportamiento de todos los mexicanos, incluidos gobernantes y gobernados.

   Se ha avanzado mucho pero continúa la necesidad de que todos entendamos lo que pasó y sus consecuencias.

 

FASCÍCULO 1

                        

¿Eran los españoles más civilizados que los indios?

 

   Hace ya varios años, uno de mis maestros mencionó que el término cultura define el conjunto de modos de vida y costumbres de un grupo social y que todas las culturas están inevitablemente conformadas por sub-culturas que con su interacción definen la manera en que funciona la cultura que las contiene.

   Esta enseñanza quedó en el arcón de cosas inútiles de mi memoria hasta que hace ya más de dos años escuché que en un congreso estatal del norte de nuestro país estaban discutiendo si debía aceptarse o no que alguien ocupara una diputación aunque hablara únicamente el idioma autóctono de su comunidad; mi sorpresa fue mayúscula, ¿realmente existían en México sub-culturas tan atrasadas?, consulté en la Internet y me avergoncé por mi ignorancia y además para curar un poco mi auto flagelada mexicanidad, comenté con quien pude que era correcto que alguien que no hable español pudiera ser diputado, porque lo importante es que sea un auténtico representante de sus votantes y que finalmente era bueno que esa posibilidad se estuviera poniendo sobre la mesa aunque fuera con doscientos años de retraso.

   Este asunto ya no lo pude archivar en mi memoria para que durmiera el sueño de los justos y no porque hubiera sacudido mi conciencia social o porque me hubiera compadecido de los indígenas que siguen sin ser ni entendidos ni respetados, a pesar de haber sido “liberados” tantas veces y de tantas formas por la guerra de independencia, la revolución, todos los programas sexenales y gran cantidad de aspirantes a una representación popular durante sus discursos de campaña, sino porque me incomodó mucho haberme sorprendido por algo que no sabía que pasaba en mi país.

   Inquietado por esa idea traté de reunir la información necesaria para entender con menos superficialidad lo que es México. De ese intento nació esta obra.

   La verdad es pues que lo que aquí presento no pretende convencer a nadie de nada, ni hacer apología o denuesto de personas o ideologías, solo es un ejercicio personal de investigación y reflexión que con gusto comparto.

   Debo además decir que todo lo que leerán ya fue dicho y repetido por mucha gente antes que yo, pero por no convenir al “statu quo” no se le ha dado difusión y se ha mantenido fuera de la historia oficial.

   Como sospecho que este documento puede no ser bien recibido por algunos grupos de nuestra sociedad, pido disculpas por la incomodidad o molestia que les pueda causar sobre todo a nuestros políticos y a muchos de nuestros empeñosos historiadores y politólogos que nos han explicado en discursos y textos doctos que con la independencia se acabó la esclavitud, que con la revolución los dictadores, que con la expropiación petrolera el saqueo de la nación, que con los sindicatos las injusticias contra el trabajador o que con la Constitución de 1917 terminó la explotación de los campesinos y los obreros; a ellos les sugiero que simplemente no me hagan caso, porque al fin y al cabo solo me metí en esto para mi beneficio, ahora que, si quien esto lea encuentra una manera aceptable de explicarse lo que le está pasando a México, no puedo más que agradecerle por no hacer mi esfuerzo tan estéril.

   Dicho lo anterior, entro en materia.

LAS SUBCULTURAS DE MÉXICO.

   A partir de 1521 se comenzaron a definir las siguientes cuatro sub-culturas.

 

      Las autóctonas post-conquista

      La de los conquistadores

      La de los vencidos

      La de los políticos

 

   Inicialmente cada subcultura correspondía a comunidades que se diferenciaban por su ropa, su idioma, su lugar de residencia, e incluso por su fisonomía, pero después de casi cinco siglos de coexistencia y mezcla, durante los que acontecieron las Guerras de Independencia y Revolución, la diferenciación física se ha diluido y las conductas de cada subcultura se han mezclado de tal forma que en la actualidad todas influyen en el comportamiento de todos los mexicanos en mayor o menor medida, aunque hay dos subculturas que además de estar presentes en nuestras conductas aun están tipificadas por comunidades claramente definidas, las subculturas autóctonas post-conquista por los habitantes de los pueblos indígenas y la subcultura de los políticos por quienes dirigen nuestro destino como nación y que conocemos como la “clase política”.

 

SUB-CULTURAS AUTÓCTONAS

(Antecedentes culturales. Vinculación con la cultura nacional. Futuro)

 

ANTECEDENTES CULTURALES DE LAS SUB-CULTURAS AUTÓCTONAS.

 

   Es  muy importante mantener presente que se trata de los antecedentes culturales de las sub-culturas que surgieron como consecuencia de la destrucción de las milenarias culturas prehispánicas.

   Obtener información para esta parte de mi búsqueda no me resultó difícil, el problema fue digerirla porque a pesar de mis múltiples visitas a museos de antropología y a zonas arqueológicas de todo el país me costó trabajo liberarme de lo que había aprendido durante mi niñez de que gracias a la conquista teníamos idioma y religión, buenas costumbres y educación; porque en mi infancia el fardo de tales enseñanzas moldeó mi juicio para sentirme de una irracional manera con ventajas sobre los “indios” que bajaban de la sierra para ofrecer sus mercancías por calles y mercados de Xalapa, aunque más tarde descubrí que yo era un indio en la opinión de los niños de tez menos oscura y con mejores casas que la mía.

   El criterio de color y riqueza para identificar quien es más indio, aunque generalizado no me resultó adecuado para los propósitos de esta investigación, así que seguí buscando y aprendí que los indios nos podemos clasificar en dos grandes grupos.

   Indios que no aceptan que lo son: Somos la mayoría de los habitantes de grandes centros urbanos, morenos o rubios, que a pesar de nuestras pretensiones aún tenemos familiares campesinos o artesanos en el pueblo de nuestros abuelos.

   La pertenencia a este perfil de mexicano se manifiesta en actitudes de negación y rechazo a lo indígena junto con un sincero apego y admiración a todo lo que viene del exterior, sobre todo de los Estados Unidos.

   Indios que aceptan que lo son: Se trata principalmente de los pertenecientes a pueblos que habiendo estado sometidos al Imperio Azteca, quedaron aislados tras la caída de la Gran Tenochtitlan porque su pobreza no despertó la codicia de los conquistadores o porque fueron despojados de sus tierras y se refugiaron en las montañas prefiriendo el ostracismo sobre la pérdida de la libertad.

  Los indios que aceptan que lo son y lograron mantenerse unidos con su idioma, su cultura e incluso su religión, son los que tipifican con claridad las sub-culturas autóctonas del México moderno.

   Eso de que conservaron su religión puede cimbrar a más de una sotana porque oficialmente todos son cristianos y la mayoría católicos, pero lo que pasó tras la conquista española fue que ante la tremenda similitud que con el cristianismo tenían y tienen sus valores morales, sus fechas sagradas, sus preceptos éticos y sus normas de conducta, los misioneros evangelizadores se conformaron con enseñarles a que se persignaran y con buscar en el santoral un nuevo nombre para sus deidades.

   Que los adoradores del Fuego, la Tierra, el Agua, y el Viento tuvieran altos valores morales no es fácil de aceptar cuando de niños nos enseñaron que como no habían conocido a Jesucristo su vida era todo pecado.

   Pero esa no fue la opinión que se formaron los misioneros llegados a México en el siglo XVI, quienes admirados por lo que encontraron hicieron tantos elogios a la cultura de los pueblos conquistados que la iglesia y la corona se vieron en la necesidad de destruir muchos de esos reportes y condenar al olvido a sus autores. Ese fue el caso de Juan de Tecto, quien describió las creencias religiosas prehispánicas como “la teología que de todo punto ignoró San Agustín”; respecto a este comentario me parece importante destacar que Juan de Tecto era un profesor de teología que enseñó en Paris por catorce años antes de venir a México, así que es de imaginarse el ruido que sus notas causaron en Roma.

   A la par de la teología, las normas morales y de conducta que regían a las sociedades prehispánicas también eran sumamente estructuradas y de un refinamiento superior a las que imperaban en la Europa de aquellos tiempos.

   Fray Bernardino de Sahagún en su “Historia General de las Cosas de la Nueva España” nos revela que los monarcas y senadores eran electos, no impuestos, y que debían responder a un perfil de actuación minuciosamente detallado: Debía (el aspirante), “mantenerse en su lugar. Ningún soberbio, ni erguido, ni presuntuoso, ni bullicioso, ha sido electo por señor; ningún descortés, malcriado, deslenguado, ni atrevido en hablar, ninguno que habla lo que se le viene a la boca, ha sido puesto en el estrado y trono real; y si en algún lugar hay algún senador que dice chocarrerías y palabras de burla, luego le ponían un nombre tecucuecuechtli , que quiere decir truhan; nunca a ninguno le fue dado cargo notable de la república que fuese atrevido, o disoluto en el hablar, o en burlar”.

   Sobre cómo debía mostrarse un verdadero señor, Fray Bernardino de Sahagún refiere que “Muy humilde, obediente, no erguido ni presuntuoso, muy cuerdo y prudente, muy pacífico y reposado”, también menciona que esos preceptos eran incluidos en los consejos que los padres transmitían a los hijos con la siguiente consigna, “Haz de ser de corazón, delante de nuestro señor dios. Mira que no sea fingida tu humildad, porque entonces decirse ha de ti titoloxochton, que es hipócrita, o titlanixiquipile, que quiere decir hombre fingido. Mira que nuestro señor dios ve los corazones y todas las cosas secretas”.

   Continuando con Fray Bernardino he aquí más normas de comportamiento prehispánico.

   “No te arrojes a la mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer”.

   “Conviene que hables con mucho sosiego, ni hables apresuradamente, ni con desasosiego, ni alces la voz, tendrás tono moderado, ni bajo ni alto en hablar, y sea suave y blanda tu palabra”.

   “En las cosas que oyeres y vieres en especial si son malas, disimula y calla”.

   “No esperes que dos veces te llamen, a la primera responde luego, y levántate luego”.

   “No seas curioso en tu vestir, ni demasiado fantástico…ni tampoco traigas atavíos rotos o viles”.

   “En la calle o por el camino anda sosegadamente, ni con mucha prisa ni con mucho espacio…; los que no lo hacen así llámanlos ixtotomac cuecuetz, que quiere decir persona que va mirando a todos lados, como loco, y persona que va andando sin honestidad y sin gravedad; tampoco irás cabizbajo, ni inclinada la cabeza de lado, ni mirando hacia los lados, porque no se diga de ti que eres bobo o tonto o malcriado, y mal disciplinado”.

   “No comas muy aprisa, no comas con demasiada desenvoltura, ni des grandes bocados en el pan, ni metas mucha vianda en la boca, porque no te añusgues, ni tragues lo que comas como perro, no despedaces el pan, ni arrebates lo que está en el plato; sea sosegado tu comer, porque no des ocasión de reír a los que están presentes. Al principio de la comida lavarte has las manos y la boca; y después de haber comido harás lo mismo”.

   Una aportación muy importante para que ahora existan evidencias escritas de estos aspectos de la cultura prehispánica, la hizo el misionero franciscano Andrés de Olmos, quien aprendió náhuatl, huasteco y totonaco, y recopiló una gran cantidad de documentos originales, de entre los que destacan unos libros llamados huehuetlahtolli , que describían las normas de conducta y la visión moral de los pueblos nahoas, el nombre de estos escritos se tradujo inicialmente como “Los dichos de los antiguos” pero creo que la traducción más adecuada es la usada por Ángel María Garibay en su Historia de la Literatura Náhuatl, “Preceptos de los Ancianos”.

Comentando esta obra Garibay nos dice “el texto náhuatl por el padre Olmos enumera largamente y con gran detalle todas las normas de conducta de un mexicano distinguido; cómo debe comportarse ante sus superiores, con sus iguales, hacia sus inferiores; venerar a los ancianos, mostrarse compasivo con el desgraciado, abstenerse de pronunciar palabras ligeras, conformar sus actos y sus palabras en toda circunstancia a la más escrupulosa cortesía.”

   “Si se asiste a una comida. Tened atención de cómo entráis. Pues allí os están observando con disimulo. Llegad con respeto, inclinaos y saludadlo (al dueño). Y al comer no hagáis visajes, ni estéis retozando, ni comáis sin cuidado, glotones y ávidos, ni engulláis de prisa, sino poco a poco. Si tenéis que comer mole o tenéis que beber agua, no hagáis ruido jadeando -¿acaso sois perritos?-. No comáis con todos los dedos, sino con tres dedos, y hacedlo con la mano derecha. Tampoco tosáis ni escupáis, no sea que manchéis a alguna persona”.

   Regresando a lo reportado por Fray Bernardino de Sahagún, en los escritos prehispánicos se insiste mucho en el papel del soberano. A quien el mismo día de su elección se le conminaba así.

   “No debéis de decir, ni hacer cosa alguna arrebatadamente, oíd con sosiego y muy por entero las quejas e informaciones que delante de vos vinieren; no seáis aceptador de personas, ni castiguéis a nadie sin razón. Mirad, señor, que en los estrados y en los tronos de los señores y jueces no ha de haber arrebatamiento, o precipitamiento de obras, o de palabras, ni se ha de hacer alguna cosa con enojo. Y no habléis a nadie con ira, ni espantéis a ninguno con ferocidad. Conviene también, oh señor nuestro, que tengáis mucho aviso en no decir palabras de burlas, o de donaires, porque esto causará menosprecio de vuestra persona. Ahora os conviene tomar corazón de viejo y de hombre grave y sereno. No os deis a las mujeres. No penséis, señor, que el estado real y el trono y dignidad, es deleitoso y placentero, que no es sino de grande trabajo, y de grande aflicción y de gran penitencia”

   Al llegar a este punto, mi curiosidad se había convertido en indignación. ¿Por qué me habían enseñado desde niño que antes de la llegada de los españoles, todo era maldad, ignorancia y pecado? ¿Por qué la inmensa mayoría de mexicanos ignoramos que los valores, la cortesía, y los modales de las civilizaciones prehispánicas eran equiparables y en muchos casos superiores a la de los europeos más refinados, y definitivamente superiores a los de la mayoría de los pobladores de aquel continente?

   La respuesta que desgarré de mi vergüenza es simple, porque la historia que aprendimos y seguimos enseñando sobre la conquista, la independencia y la revolución, es la que más nos ha convenido para seguirnos beneficiando sin cargos de conciencia de los crímenes de las generaciones que nos heredaron los privilegios que ahora tenemos.

En fin, ya empezaba yo a darme cuenta cabal de lo mucho que ignoraba de mi país.

 

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